Por : Maria Zoraida Rios Herrera
Docente de Aula ENS Jericó

 

“Maestro…

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.

Sin embargo… en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,

Perdurará siempre la huella del camino enseñado”

Sor Teresa de Calcuta

 

La escuela debe de manera categórica revisar los paradigmas reales sobre los que se moviliza, regularmente se pueden encontrar en el  papel,  escuelas fundadas en propuestas pedagógicas impecables, viables y muy actuales pero las practicas revelan otra realidad, tal vez si se empieza por describir el tipo de estudiantes que tenemos, las necesidades particulares del territorio, las prácticas culturales y el momento histórico vigente, se podrían acerca esas propuestas y ajustarlas de acuerdo a sus bases teóricas, porque además debemos reconocer que para darle vida a una propuesta pedagógica es imprescindible conocer sus fundamentos epistemológicos, sus relaciones teóricas, sus jerarquías  e instrumentos de aplicación, de lo contrario tendremos más de lo mismo.

Sea cual sea la propuesta pedagógica  que se busca incorporar en las prácticas de la escuela debe estar conectada con el principio del afecto, es reconocido por todos que la emoción es un dispositivo que puede garantizar aprendizaje y asegura  además que la función del maestro  no sea la del portador del conocimiento, que se lo da a los alumnos porque estos no lo tienen, al igual que esa relación en el aula de que uno habla y el otro escucha necesariamente se tendría que trascender; Fundamentar las relaciones de la escuela en el afecto requiere de un cambio sustancial de paradigma, porque para empezar no se puede siquiera confundir con melosería, laxitud, contemplación o cualquier otra actitud dañina que ponga al estudiante en el lado del abandono, todo lo contrario, una escuela que asuma el afecto como el motor de los procesos cognitivos del estudiante debe basarse para ello, en el respeto, la preparación, la sensibilidad, la comprensión y la responsabilidad de trascendencia bajo la búsqueda de ser mejores seres humanos, ´por eso el estudiante pasaría de ser un interés en cuanto sujeto receptor de historias a interesarle al maestro como ser humano

Para poder abordar este enfoque la escuela debe cambiar sus repertorios básicos por unos más simples, visibles y útiles y el maestro  debe despojarse de su soledad planteada desde “yo soy el que se” para preparase día tras día según la necesidad del momento histórico actual esto lo sigue haciendo responsable del saber pero con el valor agregado del conocer.

Es hablar de un afecto más maduro, responsable,  útil que prepare de alguna manera al estudiante para las tensiones de la actualidad y que en medio de ese momento conserve el criterio que le permita tener presente lo valioso y sea capaz cada vez de construir su humanidad.

Esas propuestas pedagógicas habrá que modificarlas paulatinamente para que lleguen a responder con eficiencia a la realidad y para se tengan maestros cada vez más satisfechos por la utilidad de su quehacer y a estudiantes respetados en su condición humana que logren ser constructores de su propia vida.